Introducción
El simple hecho de estar vivo significa que en algún momento vamos a enfermarnos, y este efecto evolutivo lo compartimos con todos los seres vivos. Que el hecho de enfermarse sea inevitable jamás significó que el ser humano se haya quedado pasivo o conforme, pues, desde los inicios, buscó causas y tratamientos.
Lo primero en lo que pensó fueron etiologías sobrenaturales 1. Creyó que las dolencias eran consecuencia de una ofensa a la divinidad o un castigo derivado del mal comportamiento 2,3. Sin embargo, eventualmente le surgirían preguntas tales como
¿por qué existen las enfermedades de nacimiento?; si un bebé nacía muerto, ¿fue también como consecuencia de sus acciones? Algunos lo achacaban a los actos de los progenitores, otros, a los pecados de una vida anterior. Pero siempre prevaleció la duda de por qué un inocente tenía que pagar cuentas ajenas 4.
También existió gente que se preguntaba por qué había tanto sufrimiento, tanto dolor y enfermedad, tanta maldad entre los hombres 5-7 en un mundo creado por una divinidad supuestamente buena y omnipotente.
A pesar de que el método científico es relativamente reciente, desde muchos siglos atrás surgieron pensadores y médicos que buscaron la verdad y un saber seguro basado en ideas coherentes alejadas del plano sobrenatural 8.
El cerebro humano es producto de una larga evolución, no surgió de la nada ni tampoco fue hecho a imagen y semejanza de ningún ser sobrenatural. Sabemos que el ser humano tiene la tendencia a atribuir intensiones, reacciones, pensamientos e incluso conciencia a cosas, fenómenos naturales, plantas y animales. Esto sucedió como consecuencia de aplicar al entorno que nos rodeaba los mismos mecanismos mentales surgidos inicialmente para la comprensión de las sociedades humanas 9. Es decir, fue una especie de hipertrofia de los dispositivos mentales destinados a las relaciones interpersonales que se aplicaron para enfrentar y explicar el mundo exterior. Todo ello, finalmente, generó a los dioses y las ideas religiosas.
Por otro lado, algunos han atribuido a la religión el origen de la moral; sin embargo, la evidencia indica que esta es, más bien, un comportamiento automático y universal que no se relaciona con el nivel de religiosidad de la sociedad ni de la persona. El cerebro humano posee una serie de circuitos especializados en llevar a cabo comportamientos morales sociales. En la corteza frontal ventrolateral se establecen una especie de reglas o "lista de normas sociales" que dictan qué está bien y qué está mal para una determinada sociedad. Esta parte del cerebro se necesita, por ejemplo, para ajustar nuestra conducta hacia un comportamiento altruista o egoísta, dependiendo de las circunstancias 9.
Si bien es cierto que el surgimiento de los dogmas religiosos representó inicialmente una ventaja adaptativa para la cohesión humana grupal 10,11, más tarde se emplearon como herramienta política 12,13 y una forma de dominación social, especialmente contra la mujer 14. Es famosa la expresión alemana, atribuida al káiser Guillermo II de Prusia, que menciona que el destino tradicional femenino eran las tres K: Kinder, Küche, Kirche (niños, cocina, iglesia) 15,16.
Estrategia de búsqueda
El presente trabajo se ha realizado en base a una exploración bibliográfica orientada a la localización de publicaciones de diversos científicos y pensadores que investigaron sobre la relación de la ciencia (primordialmente la medicina) con las creencias sobrenaturales (especialmente religiosas). En primer lugar, se confeccionó una matriz para la búsqueda bibliográfica en diversos idiomas (español, inglés, portugués y alemán). En dicha búsqueda se utilizaron textos de biblioteca personal y publicaciones electrónicas de internet. Luego de finalizada esta parte, se filtraron y seleccionaron las principales publicaciones, organizándolas de manera cronológica.
Antigüedad
El dios egipcio de la medicina fue un personaje histórico divinizado: Imhotep, médico y visir del faraón Zoser. Imhotep fue venerado durante siglos y en la época de Ptolomeo (100-170 d. C.) alcanzó el rango de dios 17-19.
En el panteón griego, el dios de la medicina fue Asclepios. Sin embargo, al primero que se le atribuyó el poder de curar fue a Apolo, dios de la muerte súbita, plagas y enfermedades, de la curación y protección contra las fuerzas malignas.
La figura más importante de la medicina griega fue Hipócrates de Cos (460-370 a. C.). Aunque la escuela hipocrática se basaba en la errónea concepción de los cuatro humores (sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema) 17, constituyó el primer intento de lucha contra la charlatanería y la pseudomedicina. Las teorías desarrolladas por Hipócrates fueron recogidas seis siglos después por Galeno de Pérgamo (129-216 d. C.) en Roma 1.
Edad Media
Gran parte del conocimiento médico medieval se concentró en los llamados Padres de la Iglesia, con quienes las concepciones tomaron un tinte religioso. Agustín de Hipona (354-430 d. C.) sostenía que "todas las enfermedades de los cristianos deben adscribirse a los demonios, que principalmente atormentan a los cristianos recién bautizados, incluso a los infantes sin culpa, recién nacidos" 20. Los primeros cristianos no negaban la existencia de los dioses olímpicos, sino que los consideraban servidores de Satanás. Los demonios eran deidades paganas que "estaban molestas" por el avance del cristianismo 21.
Gregorio de Nacianceno (329-389 d. C.), arzobispo de Constantinopla, sostenía que la medicina no tenía utilidad, pues lo único eficaz era la imposición de manos 22.
Se creía en la eficacia de las reliquias sagradas, por lo que su posesión representaba, también, una fuente de ingreso tanto para la iglesia como para la ciudad en la que se ubicaban 22. A pesar de que se ha demostrado la inautenticidad de muchas de ellas, la creencia a menudo sobrevive.
Por ejemplo, las reliquias de Santa Rosalía de Palermo (1130-1156), protectora contra la peste y otras enfermedades infecciosas, fueron examinadas por el paleontólogo británico William Buckland (1784-1856), concluyéndose que se trataban de huesos de cabra 22. Su dictamen provocó la airada reacción de las autoridades eclesiásticas, las cuales intentaron desacreditar al ilustre científico al incidir en su condición de no católico.
El primer periodo del pensamiento católico lo dominó Agustín de Hipona y el segundo, Tomás de Aquino (1224-1274), quien asoció las ideas cristianas con las aristotélicas. Aquino continuó con la defensa de la fe e invocó a la razón para defender sus argumentos 23. Sin embargo, los errores anatómicos se mantenían; se asumía que el centro del cuerpo era el corazón y que allí se ubicaba el alma. El papel del cerebro era el de un simple refrigerante de sangre.
Por esa época, las frecuentes plagas y pestes se atribuían a la cólera de Dios o a la acción de los demonios. La peste negra de 1348 provocó una explosión de supersticiones en diversos lugares 24. Una táctica para mitigar el enfado divino fue la persecución de judíos: en Baviera mataron doce mil; en Erfurt, a trece mil; en Estrasburgo quemaron a dos mil 22, y así en otros lugares más. Otro método recomendado por el clero fue la donación de tierras a la Iglesia 22.
En este periodo no solo se preferían estas creencias, sino que también se desaprobaba el estudio científico de la medicina. La anatomía humana estaba prohibida porque interfería con la resurrección 17.
Los enfermos mentales cayeron en manos de exorcistas y perseguidores de brujas y hechiceros. La locura era considerada posesión diabólica 17. Muchas veces la curación podía realizarse por exorcismo, tocando una reliquia o a través de la orden de un hombre santo para expulsar al demonio. Pronto se consideró que la mejor forma de arrojar al mal espíritu era torturándolo o humillando su orgullo, para lo cual se usaron malos olores y sustancias desagradables. Cuando estos métodos fallaban, el paciente era azotado, incluso torturado. Solo en Viena, en 1583, los jesuitas expulsaron a 12 652 "diablos" 22. Año tras año, miles de indefensos esquizofrénicos fueron puestos en manos de crueles carceleros.
La Edad Media fue una época oscura en la que la ciencia y la medicina fueron vilipendiadas 25,26 hasta el punto en el que su desarrollo tuvo que hacerse a escondidas, cuando había suerte 27.
Renacimiento y Edad Moderna
En el Renacimiento se produjo un fenómeno relacionado a la hechicería y ligado a la locura. En 1486, los dominicos alemanes Kramer y Sprenger publicaron el Malleus maleficarum (Martillo de las brujas) 28. La bula Summis desiderantes affectibus del papa Inocencio VIII reconoció la existencia de hechiceras y nombró a los mencionados monjes inquisidores para que investigasen los delitos de brujería en las provincias del norte de Alemania. La influencia del "Martillo" se incrementó debido a que la imprenta esparció su efecto, causando gran impacto en Francia, Italia e Inglaterra.
Se sostenía que la brujería era más frecuente en mujeres por la inherente maldad femenina. La acusación más común era la de ocasionar tormentas y relámpagos 22. Se redactó una relación de preguntas que se aplicaba a las sospechosas bajo tortura hasta que "confesaran" las respuestas esperadas. Cientos de miles fueron quemadas por brujería en trescientos años de campaña 22,29. Muchas de estas supuestas hechiceras hoy serían consideradas enfermas mentales.
Los protestantes también se sumaron a esta insania. Jacobo I de Inglaterra (1566-1625) escribió Daemonologie, un estudio sobre los demonios, hombres lobo y vampiros. El libro buscaba demostrar que las artes diabólicas siempre habían existido, justificando su caza, juicio y castigo. La ley contra la brujería aprobada en su reinado estuvo vigente hasta 1736. La última bruja en Escocia fue quemada en 1722 22.
Andrés Vesalio (1514-1564) logró superar la censura oficial de su tiempo, convirtiéndose en el primero en practicar anatomía científica. Su obra fue una de las más influyentes de la época 30,31. Vesalio gozó de la protección del emperador Carlos V, pero, cuando asumió Felipe II, ya no pudo obtener más cadáveres para disecar. Por esa época, la iglesia proclamaba la existencia de un hueso indestructible a partir del cual se produciría la resurrección de los muertos en el Juicio Final. Vesalio, al ser consultado, negó haber encontrado tal hueso, lo que le generó la enemistad del clero.
Finalmente, los seguidores de Galeno denunciaron a Vesalio ante la Inquisición por haber practicado autopsia a una aristócrata española mientras su corazón presuntamente latía (hoy se sabe que esta versión fue una calumnia). Por influencia del rey, se le permitió hacer penitencia peregrinando a Tierra Santa 22. Vesalio viajó a Jerusalén; sin embargo, a su retorno el barco naufragó, logró atracar en la isla de Zante y, poco después, murió de agotamiento.
Ochenta años después, el inglés William Harvey (1578-1657), descubridor de la circulación sanguínea, ya no sufrió tal hostigamiento 17. La opinión sobre asuntos médicos se había vuelto más liberal, en especial en los países protestantes.
En 1687, Isaac Newton y su descubrimiento 32,33 hicieron que muchos creyeran que Dios había creado la Naturaleza y decretado las leyes naturales sin una nueva intervención, salvo la revelación de la religión cristiana. Sin embargo, algunos todavía pensaban que era impío pensar que los rayos y relámpagos fueran fenómenos naturales y no actos divinos.
Los viejos prejuicios teológicos se despertaban cada vez que surgía alguna novedad importante. La variolización, descubierta por Edward Jenner (1749-1823) 17, desató una tempestad de protestas eclesiásticas. En esa época, la viruela se había convertido en una terrible plaga. Jenner empezó a probar su método en un niño sano de ocho años y luego en adultos, con resultados muy favorables. Incluso la Sorbona se pronunció en contra, basándose en razones teológicas. Los pastores escoceses protestaron porque se estaba "tratando de desafiar el juicio divino". Otros clérigos sostenían que se trataba de "un insolente desafío a los cielos y a la voluntad misma de Dios" 22,34. Sin embargo, la disminución del número de muertos fue tan evidente que los sermones no contrarrestaron el terror a la enfermedad. En 1768, la propia emperatriz Catalina y su hijo se dejaron inocular. Y en 1805, Napoleón dio la orden de vacunar a toda su tropa.
En 1885, un sacerdote de Montreal sostuvo: "Si estamos afligidos por la viruela, es porque tuvimos un carnaval el último invierno, festejando la carne, lo que ha ofendido al Señor" 7. Por esa razón, ordenó una procesión, un solemne llamamiento a la Virgen y el cuidadoso uso del rosario.
Otro conflicto sucedió con el descubrimiento de los anestésicos. El médico escocés James Simpson (1811-1870) describió las propiedades del cloroformo 17 y lo introdujo exitosamente en la práctica médica general. Simpson lo recomendó también para el parto, pero el clero reaccionó porque eso iba contra la voluntad divina, pues Dios le dijo a Eva: "Con dolor parirás los hijos". El asunto solo se superó cuando la reina Victoria aceptó ser anestesiada durante el nacimiento del príncipe Leopoldo de Albany, en 1853.
El daño que la teología ha hecho a la medicina no ha sido a través de impulsos crueles, sino brindando un carácter aparentemente sagrado a prácticas basadas en la ignorancia y en la superstición.
A partir del siglo XVII, el método científico empezó a imponerse en la ciencia física. Basada en esta metodología, a finales del siglo XIX 35,36, surgió la medicina moderna, y con ella llegaron la teoría microbiana, los antibióticos, la asepsia, las hormonas, los corticoides, las transfusiones sanguíneas, modernas técnicas quirúrgicas y demás 37.
Edad Contemporánea
Una extrema preocupación por la salud ha conducido a la población del siglo XXI a una paradoja: la gente se adhiere más fácilmente a remedios no validados, cuando ha sido precisamente la medicina científica la que ha hecho nuestra vida más larga y saludable 38.
A pesar de los evidentes éxitos de la medicina científica ―como el incremento de la expectativa de vida y la disminución de la mortalidad infantil―, esta se ve desafiada, actualmente, por creencias irracionales y terapias pseudocientíficas, mal llamadas "alternativas" 39. Existe la idea, muy generalizada, de que los tratamientos alternativos no hacen daño y que no se pierde nada probándolos 17.
Así, la salud se ha convertido en un campo de batalla entre la ciencia y la superstición. Vivimos una etapa en donde los "hechos alternativos" y las noticias falsas están por todas partes. Uno de los engaños médicos más dañinos del último siglo ha sido la conexión entre vacunas y autismo, que se originó con una publicación realizada por Andrew Wakefield en la prestigiosa revista The Lancet. Más tarde se comprobó que Wakefield tenía conflicto de intereses, por lo que fue declarado "no apto para el ejercicio de la medicina" debido a su comportamiento antiético e irresponsable. Por su lado, la revista se retractó 40, aclarando que las conclusiones de dicha publicación eran completamente falsas.
Sin embargo, los medios de comunicación siguieron difundiendo diversas historias que desafiaban la realidad a pesar de la gran cantidad de evidencia que, año tras año, decía lo contrario.
En la actualidad, mucha gente todavía acepta fácilmente, y sin prueba alguna, las llamadas "curaciones mágicas" 41,42. Por su lado, la intervención de la teología en cuestiones médicas tampoco ha terminado. Los textos y decretos eclesiásticos todavía tienen influencia en temas importantes como el control de la natalidad, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad 43, entre otros.
En 1994, Juan Pablo II beatificó a la pediatra y laica católica Gianna Beretta (1922-1962), que se negó a ser operada de cáncer uterino, una intervención que le habría salvado la vida estando embarazada 44. Gianna era antiabortista y consideraba que la vida del feto era más valiosa que la de la madre, por eso murió y dejó a tres menores huérfanos. A pesar de que esta decisión es más digna de lástima que de admiración, hoy Gianna es patrona de las mujeres embarazadas y las enfermas con cáncer uterino y mamario.
¿Qué es un milagro?
La historia de un milagro nunca proviene de un testigo in situ. Más bien, es un relato que ha pasado por un gran número de personas y termina siendo desvirtuado y distorsionado 45. En muchas ocasiones, la fuente original suele ser un simple rumor.
Los Homo sapiens somos seres sociales y nuestra estructura cerebral nunca ha dejado de evolucionar (en realidad nada deja de evolucionar) 9. Nuestra mente está preprogramada evolutivamente para observar rostros de otros seres humanos, incluso donde no los hay 46,47. Por esta razón, la gente imagina a menudo caras en patrones de nubes, en manchas de humedad en la pared, en el fondo de ollas, o en cualquier otro lugar.
El filósofo Baruch Spinoza (1632-1677) sostenía que nada ocurre jamás en contraposición con la naturaleza ni fuera de sus leyes, si bien la conocemos de manera limitada e imperfecta 48,49. Así, el milagro solo es un fenómeno cuya causa natural el hombre no puede explicar basado en su analogía con otros fenómenos observados habitualmente 48. Según Spinoza, todo lo que es contrario a la Naturaleza es contrario a la razón, y lo contrario a la razón es incongruente, por tanto, debe ser rechazado 50.
Para el célebre filósofo escocés David Hume (1711-1776), el milagro también era una trasgresión a la ley natural 51, como caminar sobre el agua, convertir una rana en príncipe, transformar agua en vino, detener un reloj con el poder de la mente, resucitar a un muerto, etc. Frente a cualquiera de estas situaciones, Hume sostuvo lo siguiente:
"Ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a menos que el testimonio sea de tal tipo que su falsedad resulte más milagrosa que el hecho que trata de establecer" 52.
Si para Spinoza el milagro era un absurdo, para Hume simplemente era algo no creíble. Supongamos que un gran amigo sostiene que ha visto un cerdo volando. No importa la confianza o la honestidad que él posea, la posibilidad de que diga una mentira o sufra una alucinación es menos milagrosa que aceptar que un cerdo pueda volar. Por eso, la explicación más probable es que este amigo se equivocó, mintió o tuvo una alucinación.
Sobre lo mismo, Richard Dawkins nos brinda otro ejemplo. En mayo de 1917, en Fátima, Portugal, tres niños pastores afirmaron haber presenciado a una mujer "más brillante que el Sol", llamada Virgen María, muerta muchísimo tiempo atrás y venerada en esa localidad casi como a una diosa. Ella les dijo que regresaría los 13 de cada mes hasta el 13 de octubre, encomendándoles rezar el rosario 46.
Los rumores del supuesto milagro se extendieron y el día señalado acudieron más de setenta mil personas. Las versiones sobre lo que se supone que hizo la virgen con el Sol difieren. Para unos parecía que bailaba; para otros, giraba; otros terceros dijeron: "el sol pareció desplomarse del cielo y precipitarse sobre la aterrada multitud" 46,51.
La virgen solo fue vista por los niños, manteniéndose invisible para los demás. Pero cerca de setenta mil personas vieron que el Sol se movía. Aplicando el razonamiento de Hume, existen tres alternativas:
1. El Sol realmente se movió en el cielo y se dirigió a la aterrada multitud (o la Tierra se acercó).
2. Ni el Sol ni la Tierra se movieron. Las setenta mil personas experimentaron una alucinación simultánea.
3. No ocurrió nada en absoluto. Todo el incidente se exageró o simplemente se inventó.
Dawkins menciona que la tercera posibilidad es la menos improbable. Para aceptarla no es necesario trasgredir ninguna ley de la Naturaleza, basta con creer que alguien contó una mentira de que "setenta mil personas vieron al sol moverse", y que esta, al repetirse, se fue extendiendo como cualquier leyenda urbana 46 o como las fake news que recorren actualmente el internet.
Si consideramos la primera posibilidad, habría sido una catástrofe. La Tierra hubiera salido de su órbita, habría caído sobre el Sol y hubiera sido el fin del mundo.
Hume nunca sostuvo que los milagros fueran imposibles 53, solo aconsejó que pensáramos en un milagro como un hecho improbable, que estimemos y comparemos su improbabilidad con otras alternativas (entre ellas, una alucinación, una mentira o un fraude).
Curaciones milagrosas y pseudomedicina
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche no se refería al hombre como animal racional ni como animal político ni tampoco como animal social, sino como "animal fantástico" 54 porque, para habitar este mundo, necesitaba fabricar ficciones o ilusiones 45,55.
Cuando ocurren curas "milagrosas", la secuencia es típica; usualmente se trata de un paciente que sufre una enfermedad crónica incurable (diabetes, hipertensión) o grave (cáncer) a la que la medicina moderna no logra dar solución 52. El enfermo, en medio de su angustia, acude a la llamada medicina "alternativa" o ruega por un milagro 56,57.
La pseudomedicina tiene el mágico atractivo de utilizar el prestigio de las sabidurías tradicionales y milenarias, cubriéndose de un aura de profundo conocimiento 58,59. Estas prácticas no validadas se basan en la existencia de energías sobrenaturales inconsistentes con las actuales leyes de la física (como biocampos, energía "vital", meridianos de energía, chackras, etc.) 60, la mayoría de las cuales es solo puro charlatanismo. La expectativa de que algún espíritu o cierta divinidad pueda actuar materialmente sobre la afección, aliviando o curando enfermedades a través de un milagro, es la última esperanza.
Radford afirma que muchas de las llamadas "curaciones milagrosas" son simplemente el resultado de un malentendido, una lógica mal empleada, errores en el pensamiento crítico o producto de la incertidumbre común del conocimiento médico 61.
La impresión de que ha ocurrido un milagro puede ser creada por algo tan simple y común como un diagnóstico equivocado. Muchas veces, el médico diagnostica erróneamente; luego, el paciente acude al chamán o curandero que afirma poder curar el problema; más tarde, los exámenes y estudios confirman que el paciente está sano. Esto es interpretado como una prueba concluyente y se da por descontado que ha ocurrido un milagro, sin llegar a considerar la posibilidad de que el diagnóstico inicial había sido incorrecto.
La medicina científica necesita demostrar la posibilidad de acción de cualquier ente espiritual sobre la materia 37. Incluso podríamos preguntarnos por qué un dios omnisciente tendría que suspender la ordenación del mundo que él mismo estableció, a través de un milagro. Por eso, todo
médico debe tener siempre en cuenta el análisis racional recomendado por David Hume 62.
Recordemos, también, que algunos casos mejoran por efecto placebo o como parte de la historia natural de la enfermedad 63.
Lo cierto es que aquellos que buscan soluciones milagrosas en estas prácticas médicas no validadas muchas veces terminan engañados y estafados, con un cuadro igual o peor que antes.
Conclusiones
Aunque la medicina moderna tiene un espectacular historial de éxito, no es perfecta. Cuando un tratamiento médico no genera una buena respuesta, cae en desuso y es reemplazado por otro 64,65. También los pacientes deben comprender que los médicos, como seres humanos, podemos equivocarnos.
Si algún resultado nos parece inexplicable, estamos frente a dos alternativas: en realidad no ha ocurrido (el observador se equivocó, mintió o lo engañaron) o sucedió algo que aún no hemos descubierto 66,67. Al enfrentarnos a un resultado que no podemos explicar, no debemos detenernos hasta lograr una respuesta. Como científicos, lo que debemos evitar decir es "esto es un milagro" o "esto es sobrenatural". La respuesta apropiada a esos misterios debería ser "esto es algo que aún no entendemos, y es en lo que debemos trabajar".
Es la verdad, no la fe, la que libera 68,69. La objetividad y la razón nos han alejado de la superstición y nos brindaron siglos de progreso; abandonarlas sería una locura. Las verdaderas curas milagrosas son el resultado del trabajo arduo y cuidadoso de científicos, médicos e investigadores.